La persona tiene un cierto carácter absoluto
respecto de sus iguales e inferiores. Pues bien, para que este carácter
absoluto no se convierta en una mera opinión subjetiva, es preciso
afirmar que el hecho de que dos personas se reconozcan mutuamente como
absolutas y respetables en sí mismas sólo puede suceder
si hay una instancia superior que las reconozca a ambas como tales:
un Absoluto del cual dependemos ambos de algún modo.
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